miércoles, 23 de abril de 2025

DIOS DA QUÉ PENSAR

DIOS DA QUÉ PENSAR

Por: José César Guzmán Núñez

“¿Quiere Dios prevenir el mal, pero no puede? Entonces no es omnipotente.
¿Puede hacerlo, pero no quiere? Entonces no es benevolente.
¿Puede y quiere hacerlo? ¿Entonces por qué existe el mal?”
Epicuro (atribución por Lactancio, De Ira Dei, cap. XIII)

El martes 8 de abril de 2025, una noche que debía ser de esparcimiento se convirtió en horror. Un hecho violento en la discoteca Jet Set, en pleno centro de Santo Domingo, cobró vidas y dejó heridas abiertas en familiares y en toda la sociedad. Ante una tragedia así, resurgen las preguntas más profundas, las que ningún parte policial ni discurso político puede responder. ¿Por qué permite Dios que ocurran estos males? ¿Dónde estaba Dios esa noche?

No es una interrogante nueva. El filósofo griego Epicuro (341–270 a.C.) la formuló con la precisión de un bisturí lógico. Su trilema —una encrucijada de tres premisas— sigue siendo una de las críticas más incisivas a la noción de un Dios todopoderoso y absolutamente bueno:

  1. Dios es omnipotente (todo lo puede).
  2. Dios es omnibenevolente (todo lo bueno quiere).
  3. El mal existe.

Estas tres afirmaciones, tomadas juntas, parecen incompatibles. Si Dios puede y quiere eliminar el mal, ¿por qué sigue existiendo?

La herida de la razón

Epicuro no negaba la existencia de los dioses, pero los concebía como seres perfectos que viven en ataraxia, ajenos al mundo humano. Su conclusión era inquietante: si los dioses no intervienen, entonces estamos solos ante el mal. Y si lo hacen, ¿por qué permiten que el dolor inocente —como el vivido esa noche trágica— ocurra?

Este dilema ha ocupado a pensadores durante más de dos mil años. Intentar resolverlo dio origen a lo que hoy llamamos teodicea (del griego theos, Dios, y dikē, justicia): el intento de justificar a Dios ante la existencia del mal.

La teodicea de Agustín: el mal como privación

San Agustín de Hipona (354–430), uno de los primeros en enfrentar el trilema desde el cristianismo, argumentó que “el mal no es ninguna sustancia, sino la perversión de la voluntad que se aparta de la sustancia suprema” (Confesiones, VII, 12). Para él, Dios creó todo bueno; el mal surge cuando las criaturas libres eligen mal. La libertad es un bien mayor, y sin ella no existirían la virtud, el amor ni la redención. El precio de la libertad es la posibilidad del pecado.

 

Leibniz: este es el mejor de los mundos posibles

Gottfried Wilhelm Leibniz (1646–1716), en su obra Ensayos de Teodicea (1710), no eludió el dilema, sino que propuso una solución audaz: Dios eligió crear “el mejor de los mundos posibles”. Para Leibniz, entre todos los mundos que Dios pudo haber creado, eligió aquel que contenía la menor cantidad de mal necesaria para el mayor bien. Así lo resume:

“Dios ha escogido lo mejor entre todos los mundos posibles… el universo debe ser preferido a cualquier otro posible” (Teodicea, §225).

Para él, incluso los males más terribles pueden formar parte de un todo armónico que nuestra mente finita no alcanza a comprender. Pero el mal sigue siendo real, y en ocasiones —como en Jet Set— insoportable.

Tomás de Aquino: un orden que incluye el mal

Santo Tomás de Aquino (1225–1274) profundizó en la tradición agustiniana y agregó un enfoque naturalista. En la Summa Theologiae (I, q. 48, a. 1), afirma que “el mal es la privación de un bien debido”. El mal no tiene ser propio: es como la oscuridad, que no existe por sí misma, sino como ausencia de luz. Dios, sostiene Tomás, no causa el mal, pero lo permite porque puede sacar bienes mayores de él. Incluso el mal físico (sufrimiento, muerte) puede contribuir al bien común del universo, en un orden que sólo la inteligencia divina comprende.

La tragedia y la pregunta que permanece

Frente al trilema de Epicuro, estos pensadores no renuncian a ninguna de las tres premisas. En cambio, reconfiguran nuestra comprensión del mal: no como creación divina, sino como una consecuencia de la libertad, la finitud o el orden universal. Pero en momentos como el del 8 de abril, cuando la sangre inocente se derrama, sus explicaciones parecen apenas bordear el dolor humano.

¿Dónde estaba Dios esa noche? La teología dirá: acompañando en silencio. La filosofía, más cauta, dirá: aún lo estamos pensando. Como escribió Leibniz:

“Aun cuando a veces el curso de las cosas parezca confuso y cruel, no hay que desesperar; la sabiduría divina ve más lejos de lo que nuestra razón alcanza” (Teodicea, §120).

No hay consuelo fácil. Pero pensar el mal es, también, una forma de resistirlo. Si no podemos eliminarlo, ya que Dios lo ha permitido, al menos podemos no callar. Porque lo que ocurrió en Jet Set es un nuevo grito lanzado contra el misterio del mal —un misterio que sigue doliendo, pensando y, quizás, exigiendo fe.

 

 

 

martes, 1 de abril de 2025

LOS IMPERATIVOS CATEGÓRICOS EN LA FILOSOFÍA DE KANT: CLAVE DE LA MORAL UNIVERSAL

 En su teoría ética, Immanuel Kant sostiene que la razón práctica se manifiesta a través de juicios, entendidos como afirmaciones en las que un concepto se vincula con otro. A diferencia de la razón teórica, que se orienta a explicar fenómenos naturales, la razón práctica se orienta a guiar nuestras acciones a partir de principios racionales. De esta manera, surge el concepto de imperativo como una expresión del deber moral que no depende de la experiencia, sino de la estructura racional de la voluntad.

El imperativo es una forma de conocimiento práctico que orienta lo que debe hacerse. No todo juicio práctico constituye un imperativo, pero todo imperativo implica una exigencia racional que dirige la acción.

Kant distingue dos tipos fundamentales de imperativos. Los hipotéticos son aquellos que ordenan una acción como medio para alcanzar un fin específico. Por ejemplo, si se desea recuperar la salud, es necesario tomar una determinada medicina. Estos imperativos están condicionados por una finalidad concreta y su validez depende de la voluntad de alcanzar ese objetivo.

En cambio, los imperativos categóricos no dependen de ningún fin externo ni de consideraciones utilitarias. Se imponen por sí mismos y ordenan una acción como necesaria sin condición alguna. En ellos reside el fundamento de la moralidad. El imperativo categórico establece una regla de validez universal que debe aplicarse a cualquier sujeto racional, independientemente de sus intereses particulares.

Kant formula su principio moral del imperativo categórico con la siguiente expresión: “Obra sólo según aquella máxima por la cual puedas querer que se convierta en una ley universal.” Esta formulación resume su idea de una ética racional que no se basa en inclinaciones ni en consecuencias, sino en la coherencia interna del deber.

El imperativo categórico se sostiene sobre dos pilares esenciales: la autonomía, como capacidad del ser humano de legislar moralmente por sí mismo, y la universalidad, como criterio racional para validar la moralidad de una acción. En esta lógica, actuar moralmente implica considerar si la regla que guía nuestra acción podría aplicarse a todos sin contradicción.

Kant también resume esta idea en una máxima ética de raíz práctica y filosófica: “No hagas a otros lo que no quieras para ti.” Esta frase condensa la exigencia de coherencia y respeto por la dignidad del otro como igual. Actuar moralmente no es simplemente seguir normas externas, sino vivir conforme a principios que puedan ser compartidos por toda la humanidad.

La ética kantiana, basada en el imperativo categórico, propone una moral racional, autónoma y universal. Frente a un mundo donde las decisiones éticas se ven con frecuencia afectadas por intereses individuales o pasiones momentáneas, Kant nos recuerda que actuar éticamente es asumir con responsabilidad la dignidad del ser humano y la fuerza racional del deber.

 

lunes, 31 de marzo de 2025

LA FILOSOFÍA ANTE LA TRANSFORMACIÓN DEL SER HUMANO EN EL SIGLO XXI

En la actualidad, uno de los mayores retos de la investigación filosófica es lograr que sus reflexiones sean escuchadas y comprendidas en una sociedad que, cada vez más, se deja seducir por el discurso técnico, pragmático y utilitario. Las ideas puramente teóricas parecen carecer de aplicación inmediata, y eso dificulta su recepción por parte del público general.

Sin embargo, la filosofía continúa teniendo una función crítica imprescindible: cuestionar las bases éticas, políticas y existenciales del accionar humano. En particular, resulta urgente reflexionar sobre el impacto de las nuevas tecnologías, sobre la dignidad de la persona, la libertad individual y los valores que sustentan nuestra convivencia.

Por ejemplo, el transhumanismo —una corriente que defiende la mejora radical de las capacidades humanas mediante la tecnología— plantea interrogantes éticos complejos. ¿Hasta dónde es aceptable intervenir el cuerpo humano? ¿Qué ocurre con la identidad personal cuando modificamos el cerebro o implantamos dispositivos que alteran emociones, pensamientos o comportamientos?

Los avances en neurociencia, biotecnología y robótica ya no pertenecen al terreno de la ciencia ficción; están transformando nuestras vidas y nuestra comprensión de lo que significa ser humano. Ante ello, la filosofía debe posicionarse no como mera espectadora, sino como una guía crítica que promueva la reflexión ética y humanista.

Educar para pensar críticamente, para cuestionar lo establecido y para actuar con responsabilidad es uno de los desafíos más nobles y urgentes que tiene hoy la filosofía. No se trata de oponerse al progreso, sino de orientarlo al servicio de la dignidad, la justicia y la libertad.

REFLEXIÓN SOBRE LA NEUROÉTICA Y SUS IMPLICACIONES PARA LA ÉTICA

La neuroética, en la actualidad, se entiende desde una perspectiva dual: por un lado, como la ética de las neurociencias, y por otro, como la neurociencia de la ética. Se trata de una rama emergente de la bioética que ha experimentado un notable desarrollo en las últimas décadas, posicionándose como un campo de estudio relativamente nuevo y en constante evolución.

Este crecimiento ha sido impulsado, en gran parte, por los avances tecnológicos en el ámbito de la investigación cerebral, especialmente en lo referente a las técnicas de formación de imágenes del cerebro. Estos avances han permitido un incremento significativo del conocimiento sobre el funcionamiento del cerebro humano. No obstante, también han generado una serie de dilemas éticos profundos, tanto en lo que respecta a los métodos utilizados para obtener dicho conocimiento, como en su posterior aplicación.

En este contexto, la neuroética surge como una disciplina crítica que busca delimitar lo técnicamente posible de lo moralmente aceptable. Por ejemplo, plantea preguntas fundamentales como: ¿Hasta qué punto es ético modificar el cerebro mediante psicofármacos con el fin de inducir cambios en el comportamiento? ¿Dónde se trazan los límites entre la mejora cognitiva y la manipulación de la identidad personal?

La neuroética se trata en consecuencia de una brújula ética, ayudando a orientar el uso responsable del conocimiento neurocientífico en beneficio de la humanidad, sin perder de vista los principios fundamentales de la dignidad, la autonomía y el respeto por la persona.

 

martes, 23 de abril de 2024

 

CONSIDERACIONES ÉTICAS PARA LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL (IA) EN EDUCACIÓN SUPERIOR

 

Que nadie mientras sea joven, se muestre remiso a filosofar, ni al llegar a viejo, al filosofar se canse porque para alcanzar la salud del alma nunca se es demasiado viejo, ni demasiado joven

Carta de Epicuro a Meneceo

 

Desde los albores de la sociedad tal como la concebimos, los seres humanos han sentido una ineludible necesidad de transmitir sus conocimientos, experiencias y enseñanzas a las generaciones venideras. Esta transmisión ha sido fundamental para preservar una sabiduría que ha ido evolucionando a lo largo de los siglos. Los métodos empleados para esta transmisión han experimentado grandes cambios a lo largo del tiempo. Inicialmente, prevalecía la tradición oral, pero con el tiempo, gracias a la inventiva humana, surgieron métodos más eficaces para almacenar y compartir conocimiento, como la escritura.

 

Las grandes civilizaciones sentaron las bases de formas rudimentarias de escritura, y un hito crucial se alcanzó en el último milenio con la invención de la imprenta, la cual permitió la reproducción masiva de textos y democratizó el acceso al conocimiento. De manera similar, Internet ha transformado radicalmente la manera en que accedemos al conocimiento, haciéndolo digital y accesible como nunca antes.

 

En los últimos años, en un contexto de explosivo crecimiento de los datos generados, almacenados y compartidos por los humanos a través de plataformas digitales, han surgido herramientas innovadoras de inteligencia artificial generativa. Estas herramientas posibilitan la creación de textos, videos y audios a partir de simples instrucciones, simplificando enormemente esta tarea.

 

Los cambios drásticos que ésta tecnología trae a la educación, la cual representa el pilar más noble de la actividad humana y es esencial para el progreso de nuestra civilización, vienen acompañados de importantes implicaciones éticas que debemos considerar antes de comenzar a integrar rápidamente la Inteligencia Artificial. La tecnología de IA no se construyó principalmente para la educación y las preocupaciones de los maestros pueden diferir considerablemente de la de los desarrolladores. Muchas de las principales compañías de IA han expresado su compromiso con el desarrollo ético de la tecnología de IA. Por ejemplo, Dave Willner de Trust And Safety en OpenAI dice que “En una sociedad donde el acceso a herramientas de IA generativa se volverá tan esencial como el acceso a internet, debemos equilibrar nuestra obligación de mitigar riesgos serios con permitir que florezcan valores diversos”. Anthropic, una empresa fundada por ex empleados de OpenAI se ha comprometido a desarrollar IA “constitucional”, que consideran más segura y ética que GPT. La IA constitucional se entrena en principios rectores en lugar de retroalimentación específica, de modo que la IA pueda aprender explícitamente los valores que se supone debe seguir en lugar de hacerlo implícitamente a través del entrenamiento. Google, Microsoft, Facebook y Apple también se han comprometido a desarrollar tecnologías y herramientas de IA éticas y responsables y a regular cuidadosamente la tecnología.

 

El problema persiste en que los educadores aún deberán decidir las implicaciones éticas y las implicaciones sobre estas tecnologías en ausencia de políticas y regulaciones gubernamentales. Por tanto, mientras exploramos las posibilidades transformadoras que estas herramientas pueden aportar al aprendizaje y la enseñanza, es esencial abordar las preocupaciones fundamentales que rodean su aplicación. Una de las principales preocupaciones que emerge al considerar la IA en el ámbito educativo es la presencia potencial de sesgos en los datos utilizados para entrenar estos sistemas avanzados.

 

En este contexto, es imperativo abordar la Inteligencia Artificial con una mirada crítica, incorporando un enfoque responsable en su aplicación y respaldándolo con una legislación que supervise y regule su uso. La conciencia de los posibles sesgos y discriminaciones que podrían surgir subraya la importancia de un abordaje cuidadoso y ético al aprovechar las innovaciones de la IA en el contexto educativo actual. 

 

Además, debemos preparar a los estudiantes para ser conscientes de cómo sus acciones afectan a los demás cuando usan IA y cómo pueden protegerse de la propaganda y la desinformación. También necesitan los conocimientos y habilidades fundamentales para discutir las implicaciones éticas de la IA y abogar y tomar decisiones que hagan que la sociedad sea más segura para todos.

 

Debemos cerciorarnos de que los estudiantes estén educados sobre el uso ético y responsable de la IA, para que vean la IA como una herramienta que puede ayudarles a aprender y crecer, en lugar de evitar el trabajo duro. En este tramo de mi disertación quiero proponer algunos principios fundamentales de uso responsable que los educadores deben enfatizar:

 

·       Honestidad. Los estudiantes deben utilizar herramientas de IA para ayudar a su pensamiento y aprendizaje, no como un reemplazo del trabajo duro.

·       Privacidad. Los estudiantes deben considerar la importancia de su privacidad y cómo la IA la afecta.

 

·       Equidad. Los estudiantes deben ser conscientes de los posibles sesgos de los sistemas de IA.

 

·       Humanidad: los estudiantes deben comprender los límites de la tecnología de IA y ser capaces de identificar dónde es necesaria la intervención humana.

 

·       Adaptación: los estudiantes deben comprometerse con el aprendizaje continuo sobre la IA y sus implicaciones en sus vidas y en el resto de la sociedad.

 

Los estudiantes deberán comprender a fondo el potencial de sesgo en los sistemas de IA y la capacidad para identificarlos a través de habilidades refinadas de pensamiento crítico, incluida la capacidad para detectar falacias lógicas y sesgos cognitivos. En un mundo cada vez más digital, deberemos enseñar a los estudiantes cómo practicar una comunicación respetuosa y empática en entornos en línea potenciados por IA y considerar los sentimientos y perspectivas de los demás. Necesitarán habilidades de escucha activa y mente abierta para asegurarse de poder valorar diversas opiniones y no permitir que el contenido impulsado por IA refuerce sus ideas preconcebidas sobre la sociedad. Las aulas pueden ayudar a desarrollar ciudadanos digitales estableciendo y comunicando pautas claras de seguridad en línea y privacidad. Además, habilidades fundamentales de ciudadanía digital como crear contraseñas seguras, reconocer intentos de phishing y administrar información personal en línea seguirán siendo de suma importancia. Identificar y detectar el ciberacoso y otras formas de comportamiento digital malintencionado también será central para la ciudadanía digital

 

Educar en la era de la inteligencia artificial conlleva la responsabilidad de asegurarse de que nuestros estudiantes sean usuarios responsables y consumidores inteligentes de contenido generado por IA. Modelar el comportamiento adecuado y establecer estándares ejemplares de lo que es y no es aceptable, comenzará en nuestras aulas.

 

En conclusión, las implicaciones éticas de la tecnología de IA en la educación presentan un desafío complejo. Nuestras aulas y sociedad están en el umbral de una transformación moldeada por esta tecnología. Si bien deberíamos estar emocionados por abrazar todo el potencial de la IA, debemos ser reflexivos y deliberados en nuestro enfoque para asegurarnos de que se alinee con nuestros principios éticos.

 

Aunque las empresas de IA intentan ser proactivas sobre el impacto de sus tecnologías en la sociedad, la responsabilidad última recae en los educadores para considerar las complejidades de las diversas tecnologías y los contextos en los que las integramos para garantizar la seguridad de todos nuestros estudiantes.

 

Debemos seguir siendo conscientes de cómo se comparten los datos con terceros y garantizar que se respete la privacidad de estudiantes y maestros.  También debemos trabajar juntos para identificar los cambios que debemos hacer en nuestro sistema educativo de educación superior para abrazar de manera más efectiva,

 la era de la IA sin empeorar los problemas existentes. Debemos asegurarnos de que los beneficios de la IA nos ayuden a llegar a los estudiantes que más nos necesiten en lugar de dejar que se queden atrás a medida que integramos nuevas tecnologías.

 

Las consideraciones éticas para la integración de la IA en el aula requieren un enfoque proactivo, y abordar estos desafíos asegurará que la promesa de la IA en la educación se realice de manera efectiva para todos.

 

 

 

 

 

“Abracemos la innovación sin perder de vista nuestros valores”

jueves, 22 de febrero de 2024

 

SILICOLONIZACIÓN Y LA POSVERDAD DIGITAL

Según Bauman (2007), el desafío de este siglo no radica únicamente en los problemas que enfrentamos, ni en la incertidumbre o los dilemas éticos y científicos, la verdadera dificultad reside en la ausencia de un marco conceptual para abordar la complejidad de la época. La magnitud de esta complejidad ha desorientado a las personas, privándolas de una brújula para comprender fenómenos extremadamente intrincados, como los que caracterizan al siglo XXI.

¿Por qué es complejo este siglo? Porque experimentamos un momento de poder planetario, tecnológico y económico sin precedentes en la historia, todos convergiendo simultáneamente. Lo que denominamos “ser” se ha lanzado a la existencia en condiciones sumamente complejas, especialmente en el ámbito tecnológico, donde factores y elementos confluyen de manera abrumadora para la comprensión humana.

En su obra Postmodernidad y Comunidad, Prieto (1992) aborda la “nueva alfabetización del mundo”, destacando la actual post-alfabetización de la vida. Durante 30,000 años, los seres humanos pensaron de manera similar, hasta que una disrupción tecnológica transformó la forma en que concebimos el pensamiento. Habermas (1994), afirma que estamos presenciando una mutación en las realidades humanas, marcando un cambio significativo en la forma de pensar.

Santos (2009) sostiene que estamos inmersos en una nueva ecología del conocimiento, donde se configura un paisaje intelectual y un pensamiento racional diferente. Por su parte Marx, al hablar de la creatividad y la transformación interminable del conocimiento, no sólo en la producción y la cultura, sino también en el espíritu capitalista, señala la relevancia de este cambio de paradigma (Altvater & Borón, 2006).

En el presente, esta posibilidad de razonar (o, si se prefiere, de emitir juicios) y la libertad para ejercer esta facultad sin restricciones ni condicionamientos, se ve cada vez más obstruida y amenazada por la diseminación global de un modelo de existencia gestado y aplicado por el tecnoliberalismo.

El principal objetivo de este sistema consiste en imponer un paradigma de vida que dé origen a una nueva forma de civilización, donde el uso masivo de la inteligencia artificial y la organización algorítmica de las interacciones humanas generen, y de hecho ya lo están haciendo en diversos ámbitos, sociedades cada vez más automatizadas. Estas sociedades se tornan maleables a los influjos y al control de los centros de poder del capitalismo, mostrándose menos resistentes a la adopción de conductas promovidas por aquellos que ven en la sumisión ciudadana una fuente de lucro para algunos de sus negocios multimillonarios.

A este fenómeno lo denomina el filósofo francés Sadin (2020) la “silicolonización del mundo”, porque responde a la estrategia elaborada por las más importantes empresas radicadas en Silicon Valley que pretenden imponer su cosmovisión ideológica al resto del globo.

Foucault (1975), con su profunda indagación sobre el poder y el conocimiento proporciona una lente valiosa para examinar cómo la silicolonización afecta nuestra capacidad de discernir la verdad. Éste argumenta que el conocimiento está intrínsecamente vinculado al poder y que las instituciones tienen la facultad de moldear la percepción de la verdad mediante la regulación de la información.

La silicolonización, especialmente a través de la personalización algorítmica, se presenta como un claro mecanismo de poder en la era digital funcionando como un filtro entre la vasta cantidad de información disponible, este proceso moldea la narrativa informativa que llega a los individuos. Los algoritmos, diseñados para anticipar y adaptarse a nuestras preferencias actúan como agentes de regulación que no sólo ofrecen contenidos afines a nuestros gustos, sino que también inciden en nuestra percepción de la verdad.

En el análisis foucaultiano de la regulación del poder, se puede afirmar que la silicolonización no se limita a satisfacer nuestras preferencias informativas; va más allá al ejercer un control sutil sobre nuestra interpretación de la verdad. Este control se manifiesta en la selección cuidadosa de la información presentada, moldeando así la percepción colectiva y, en última instancia, consolidando el poder de quienes diseñan y controlan estos algoritmos.

La posverdad digital caracterizada por la prevalencia de opiniones y emociones sobre hechos objetivos, sugiere que la realidad misma está siendo moldeada según nuestras preferencias. Baudrillard (1970), postula que vivimos en una sociedad donde las representaciones de la realidad han reemplazado a la realidad misma. En “la Sociedad de Consumo” Baudrillard señala cómo la realidad contemporánea se ha vuelto híper real, donde las imágenes y representaciones desplazan la realidad tangible.

Por su parte Nietzsche (1885), con su perspectiva perspectivista, ofrece una contribución valiosa para abordar los desafíos filosóficos planteados por la silicolonización y la posverdad digital. Nietzsche propone que la verdad es siempre subjetiva y depende de la perspectiva desde la cual se observa. En “Así habló Zaratustra” presenta la idea de que la verdad es un ejército móvil de metáforas, esta metáfora sugiere que la verdad es una construcción fluida y cambiante, dependiente de la interpretación subjetiva. Aplicando esta noción a la silicolonización, podríamos argumentar que la información personalizada crea ejércitos móviles de interpretaciones que varían según las perspectivas individuales. No es que la verdad sea inexistente, sino que es fluida y dependiente de la interpretación subjetiva.

Borgmann (1984), conocido por su trabajo en ética aplicada a la tecnología, ofrece un marco ético para examinar la influencia de la silicolonización en la percepción de la verdad. Éste propone la idea de dispositivos focales, que son tecnologías que permiten experiencias significativas y no mediadas. En “La tecnología y el carácter de la vida contemporánea” destaca cómo ciertas tecnologías pueden alienarnos de experiencias significativas por lo que podríamos argumentar que la sobrepersonalización digital perturba nuestra conexión con la verdad objetiva.

Ihde (1990), propone una reflexión profunda al reconocer que la relación entre la tecnología digital y la verdad no es unilateral; no sólo estamos consumiendo información, sino que también estamos siendo moldeados por las tecnologías que la presentan. Una conciencia crítica permite una adaptación más informada y reflexiva a este nuevo panorama, donde las tecnologías digitales juegan un papel crucial en la formación de nuestras creencias y comprensión del mundo. Tal y como diría Parménides, pensar el acontecimiento es la vía única hacia la verdad (Hirschberger, 1965). Por tanto, tomando como base a los presocráticos para los cuales lo más importante no eran las respuestas que daban, sino las preguntas que se hacían; les invito a dudar, a cuestionarse, a estar atentos a lo que está pasando para luchar por el interés que tiene el poder para idiotizarnos.

 

Bibliografía

Altvater, E., & Borón, A. (2006). La teoría marxista hoy. Problemas y perspectivas.

Baudrillard, J. (1970). La sociedad de consumo. Siglo XXI.

Bauman, Z. (2007) Miedo líquido. La sociedad contemporánea y sus temores, Paidos, Barcelona.

Borgmann, A. (1984). Technology and the character of contemporary life: A philosophical inquiry. University of Chicago Press.

Foucault, M. (1975). Vigilar y Castigar: Nacimiento de la prisión. Siglo XXI.

Habermas, J. (1994). Teoría de la acción comunicativa: complementos y estudios previos. Madri: Cátedra. Teorema: International Journal of Philosophy.

Ihde, D. (1990). Technology and the Lifeworld: From Garden to Earth. Indiana University Press.

Nietzsche, F. (1885). Así habló Zaratustra. Alianza Editorial.

Pietro, B. (1992). Postmodernidad y comunidad. El regreso de la vinculación social. Madrid, Editorial Trotta, citado en Juan Pablo Palladino, “La ciudad: entre la reivindicación del espacio público y la privatización de la vida”, Revista Teina.

Sadin, E. (2019). La silicolonización del mundo. La irresistible expansión del liberalismo digital. Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad-CTS14(42), 203-208.

Santos, B., de Sousa (2009), Una epistemología desde el Sur, México: CLACSO y Siglo XXI.

Hirschberger, J., (1965). História de la filosofía: Tomo I antigüedad, edad media y renacimiento. Segunda edición. Barcelona: Editorial Herder.

jueves, 16 de noviembre de 2023

 

Conflicto Palestina-Israel

 

Si bien debemos comprender la raíz de los acontecimientos que nos han llevado a la violencia actual hoy, no podemos obtener la justificación de esta violencia en la comprensión de la raíz histórica.

Esta historia inicia en la biblia, en el libro de Génesis, con Noé, el cual tuvo tres hijos, Sem, Cam y Jafet, éstos junto a sus esposas fueron los encargados de re-poblar la tierra. El hijo de Cam, Canaán fue maldito por Noe porque Cam vio su desnudez. De este hijo y su descendencia viene el pueblo de Canaan del cual se hará referencia más adelante.

Abraham, Descendiente de Sem, es considerado el padre de la fe, es la persona a quien Dios le hace la promesa divina de entregarle “la tierra prometida”. Se casó con su media hermana Sara, pero sucede que Sara era estéril, Dios les prometió que les iba a dar un hijo. De ese hijo prometido, Dios le dijo que iba a salir la nación más grande y poderosa del mundo; pero el milagro del hijo como que se iba tardando porque Abraham tenía 100 años y Sara estaba en los 60 y nada de hijos. Sara por orden del Señor le dijo Abraham: acuéstate con la esclava Agar para que nos dé un hijo. Si usted tenía un esclavo o esclava todo lo que éste tuviese le pertenecía al amo, por lo que, si Agar tenía un hijo, sería de Sara, no de Agar. El punto es que Abraham tomó a la esclava y la embarazó, teniendo un niño llamado ISMAEL.

Pues un par de años después del nacimiento de Ismael, Dios se acordó de Sara, queda embarazada y lo bautizan como ISAAC. Después de que Sara y Abraham tuvieron ese hijo, la vida dentro de la casa era un infierno. Sara le pide a Abraham que saque a Ismael y Agar de la tienda, Abraham le pidió entendimiento a Dios, un ángel le dijo Hazle caso a Sara, entonces Abraham, con pesar en su corazón, los despidió. Dice la biblia que ellos se fueron sin rumbo, sólo con pan y agua al desierto.

De acuerdo con los historiadores y los arqueólogos, Palestina es el pueblo descendiente del hijo Ismael, el hijo abandonado y los Judíos Israelitas son los descendientes de Isaac, el hijo prometido por Dios.


Después del éxodo en busca de la tierra prometida donde el pueblo israelí paso 40 años en el desierto egipcio, el pueblo de Israel, junto con un coro de sacerdotes, pasaron destruyeron Canaán y todos los pueblos que seguían y se encontraban a su paso.

 

Canaán estaba formada por el Reino de Israel y de Judá, y en el sur por Filistea. Actualmente en la Franja de Gaza donde están los Palestinos, estuvo antes Filistea. Los Filisteos e Israelitas eran enemigos.

 

En el año 333 a.C., Alejandro Magno conquistó Israel. Los Romanos no querían dejar rastros de los israelitas en Canaán, y la renombraron "PALESTINA", naciendo así en el año 135 d.C. la región actual, que siguió gobernada por los Romanos.

Así pasaron 878 años y Palestina fue gobernada por árabes e islámicos hasta el año 1516 que Jerusalén fue conquistada por el imperio Otomano (Turcos).

El Imperio Otomano gobernó Palestina hasta la 1era guerra mundial que fueron derrotados por el imperio Británico en la batalla de Jerusalén 1917, pero ya antes en 1878 los judíos estaban regresando a Palestina impulsados por un movimiento llamado Sionismo.

Llegó la 2da guerra mundial en 1939 ya sabemos lo que pasó con la comunidad judía que fue exterminada por los Nazis en el holocausto. Al terminar la guerra, la ONU aprobó la partición de Palestina casi como una deuda con los judíos.

Los palestinos, que constituían el 70% de la población con el 92% de la tierra, fueron reducidos al 43% del territorio. El otro 57% se entregó a los judíos, que eran el 30% con sólo 8% de la tierra. Jerusalén se consideró dentro del 1% que quedaría como zona internacional. Porque Para el Islam, fue en Jerusalén que Mahoma subió al cielo. Para el judaísmo, es la tierra elegida por Dios (Yahvé) y donde se construyó el 1er templo y para el cristianismo, fue donde crucificaron a Jesucristo, lo sepultaron y resucitó. No había forma de ponerse de acuerdo.

En 1948 los judíos proclamaron a Israel como Estado y estalló la Guerra Árabe-israelí. Palestina se dividió en 3: Israel, Cisjordania, que pasó a Jordania, y Gaza, que le quedó a Egipto. En 1964 se creó la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), para defender los intereses de los palestinos a nivel regional e internacional. En 1967 estalló la Guerra de los 6 días. En el 1973 la guerra de Yom kipur, entre otros conflictos. Hasta llegar al 7 de octubre del presente año 2023 donde tuvo lugar el ataque de Hamás al festival de música en Israel cerca de la frontera con la Franja de Gaza que dejó al menos 260 cadáveres.

Hamás es el más grande entre los varios grupos islamistas palestinos y su nombre es un acrónimo árabe de Movimiento de Resistencia Islámica, es un grupo Yihadista.

Hasta aquí me permito señalar que son victima los dos pueblos, víctimas los judíos por el antisemitismo, pero victima los árabes del colonialismo porque reparten una tierra que era de ellos, Hamás no representa al pueblo palestino.

“La guerra es siempre una derrota, es una destrucción de la hermandad humana” (Papa Francisco)