No podemos negar la ventaja que
nos proporciona el recibir la información virtualmente acelerada en todos los
ambientes económicos, sociales, políticos, etc. Lo que me llama mucho la
atención es el sentido de urgencia con el que manejamos esta información sobre
todo si nos llega a través de las redes sociales. Se dice popularmente que ya
nadie camina con la frente en alto y es porque tiene un Smartphone, puede
parecer un chiste pero esa prisa asesina puede ser fatal para las relaciones humanas.
La parsimonia, uno de los valores que caracterizan a las ciencias, ha
sufrido un duro embate con el surgimiento de una de las TICs más conocidas y
utilizadas: el correo electrónico. Nos referimos al sentido de urgencia que
despierta entre sus usuarios esta poderosa tecnología. En otras épocas, recibir
una carta, sobre todo si era de algún ser amado y portadora de alguna noticia
importante –la aceptación en una universidad, por ejemplo-, se consideraba un
acontecimiento que demandaba la espera hasta poder leerla con quietud y cierta
tranquilidad, cuando no placer emocional. En estos días, la recepción de un
correo electrónico implica cancelar de inmediato cualquier otra actividad para
proceder, no sólo a leer el mensaje lo antes posible, sino, peor aún, contestarlo
con una premura y un lenguaje que le pondría los pelos de punta al más iletrado
de los escritores. (Pariente Fragoso 2007).
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